El cine de Claudio Perrin se construye en la intimidad, esa zona abstracta que reserva el interior de una persona. Su cámara se adentra en la vida, la del mismo Perrin, la de su mujer y actriz fetiche, Claudia Schujman, y la del hijo de ambos, Zahir Perrin, protagonista de sus dos últimos largometrajes.

En sus películas podemos ver la cercanía física y emocional que une al elenco, componente sustancial en la materia fílmica, y la exposición del paso del tiempo, a medida que observamos el avance de los años y la edad sobre el cuerpo de su mujer y su hijo. Las ficciones, las narrativas y las búsquedas se van modificando, de película en película, pero los intérpretes siguen estando ahí, frente al ojo del realizador.

Indagando en diferentes universos, climas y tramas, Perrin retrata y reflexiona en sus relatos sobre la existencia de la muerte, la memoria, la injusticia social, la violencia incontrolable, sobre las infancias y el futuro incierto, y sobre un país tomado por el neoliberalismo y su resultante decadencia.

Bronce, Umbral, El cuento y El desentierro son largometrajes colmados de menciones y premios en numerosos festivales alrededor del mundo y conforman una filmografía de una coherencia artística formidable, forjada a través de un trabajo que persiste en los años y se destaca en su trayectoria.